Varios ingenios del periodo romántico cultivaron la comedia moratiniana de costumbres. Fue Bretón de los Herreros el mejor, junto a Gil y Zárate, Ventura de la Vega, etc. Éste último la transformó con resortes románticos, la situó en esferas sociales elevadas y así creó la "alta comedia" con El hombre de mundo (1845).
Sobrevivió el melodrama dieciochesco (La conjuración de Venecia, de M. de la Rosa) y se cultivó la tragedia, la comedia ligera o vaudeville (Scribe) y la comedia de magia, de inmenso éxito (La pata de cabra, de Grimaldi).
El drama romántico trajo la novedad de intentar ser un drama natural y no artificial, verdadero, reflejo de la vida. Un drama que quiso ser guía social, defendiendo la libertad y la autenticidad, comprometido con los derechos del hombre, dispuesto a establecer la conciencia del individuo por encima de leyes escritas. El drama romántico fue eminentemente social, enraízado en los conflictos de su tiempo, ante los cuales asumió una actitud. Contrastó la estructura social existente con los principios nuevos en busca de un mundo mejor, más feliz. Normalmente condenó a la sociedad española arcaica, conservadora.
Defendieron la libertad frente a la represión tiránica obras como La conjuración de Venecia (1834) de M. de la Rosa, Simón Bocanegra (1843) de García Gutiérrez y Juan Lorenzo (1865), del mismo autor.
La lucha de clases, la brutalidad de las dominantes y la opresión sobre los debiles son temas tratados en Dón Álvaro (1835) de Rivas y El trovador (1836) de García Gutiérrez.
Se proclama la primacía del individuo sobre los códigos morales en Macías (1834) de Larra, Los amantes de Teruel (1837) de Hartzenbusch o Don Juan Tenorio (1844) de Zorrilla.
Todo ello desató la enemiga de los sectores conservadores, que veían estos personajes e ideas como horrendos y monstruosos.
Este teatro social fue, sin embargo, historicista. Lejos de la vida coetánea, al pasado llevaron los problemas y desde él analizaron el presente. Se trata, pues, de un drama histórico. Pero la Historia no les interesó demasiado en sí misma, sino como lección relacionada con temas aplicables al presente.
Vacilaron los románticos entre el empleo del verso o la prosa en sus dramas históricos. Se impuso la solución usada en Don Álvaro de mezclar verso y prosa, como en Shakespeare.
El drama romántico tuvo su vigencia entre 1834-1844, y su triunfo ocasionó reacciones adversas literarias, por no ajustarse a las reglas, y sociales, por propagar ideas disolventes. Se criticaba, sobre todo, la influencia dañina francesa de Hugo y Dumas, a quienes se traducía.
Se abogó por un teatro nacional que estudiara las costumbres del dia y no la historia pasada. Es la dirección que inauguró Ventura de la Vega con El hombre de mundo. La "alta comedia" discutía problemas actuales sin ropajes historicistas. En conclusión, el drama romántico transformó la escena española y se recicló en la "alta comedia".
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